martes, 3 de febrero de 2009

Felicidad

AAAAEl eje central en torno al cual gira el desarrollo argumental del libro es que esa gran mentira que subyace a los enormes desequilibrios y amenazas del mundo de hoy es mucho más de orden antropológico que de orden político o económico. Las grandes falacias y mitos de la economía liberal (el mito de la mano invisible, la falacia de la infinita sabiduría del mercado, el mito del círculo virtuoso de la productividad y la riqueza, etc.) apenas conseguirían una pequeña porción de la conformidad y la resignación con la que el grueso de la sociedad acepta ese expolio material y moral al que está siendo sometida. El verdadero mito que le confiere al capitalismo un poder pétreo y casi inespugnable es el de que la felicidad se alcanza con dinero; el hecho de habernos convencido a casi todos de que lo único importante en la vida es incrementar las propias posesiones para, a través de ellas, alcanzar todo lo demás: poder, estatus, admiración, seguridad, amor...
AAAAEn el capítulo dedicado a la libertad y a la felicidad, el libro lo expresa en estos términos:
"Así pues, ya tenemos el fundamento básico de la ideología neoliberal: una burda asimilación de la felicidad al dinero (o a cualquiera de sus derivados: poder, éxito social, adulación, vasallaje...) El derecho a la propiedad es el derecho más inalienable del hombre porque equivale al mismísimo derecho a la felicidad. A partir de ahí toda su jerarquía de valores se establece sola y todos los desmanes quedan legitimados.
AAAALa exclusión, la miseria y el dolor del prójimo se vuelven admisibles en el momento en que se considera que la felicidad llega de la mano del dinero. Si una persona es más feliz cuanto más posea, negarle el derecho a poseer más es negarle el derecho a la felicidad. Desde este punto de vista, la limitación de la propiedad privada y el reparto de bienes siempre traen la insatisfacción generalizada: sobrevivirían todos, pero nadie sería feliz. De donde se deduce que lo que hay que tomar en cuenta no es el número de los que se ahogan en la miseria, sino el de los que nadan en la abundancia. El mundo, en su conjunto, es más feliz cuantos más ricos produce. Es a esto a lo que se referían Micklethwait y Wooldrigge cuando decían aquello de que la globalización enriquece a un número de personas suficiente para hacer que todo el proceso sea válido.
AAAAPero basta un único argumento para echar por tierra esa especie de moral invertida con la que se está sometiendo al mundo. Ni un solo deseo del hombre, ni el más fuerte y sincero, ni el más inaplazable, ni el más noble –y ni qué decir tiene que los deseos que satisface el dinero carecen, por definición, de toda nobleza–, absolutamente ninguno, es más valioso que la vida de un semejante. Nada concebido por mente alguna puede superar en valía a la posibilidad de que otra mente llegue a concebir lo mismo. Si para que los deseos de los hombres se cumplan, por loables y altos que sean, es necesario que mueran otros hombres, esos deseos han dejado de valer nada; y perseguir su cumplimiento, establecer vías para su realización, dictar normas u organizarse en pos de ello, no es más que una prueba más de lo lejos que estamos de ser verdaderamente humanos."

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